miércoles, 12 de septiembre de 2007

Cristo como fundamento y esencia del cristiano

7) Hacer algo concreto para que los demás conozcan la salvación que tenemos en Jesucristo; tratar de hacer presente en este mundo el Reino de Dios, en la justicia, en la paz y en la fraternidad, esforzándonos por mejorar los ambientes y honrar la dignidad de los hombres y mujeres, especialmente de los más necesitados, como hijos de Dios.

Creo que este era el punto acerca del que queríamos reflexionar. Sin embargo, yo tenía en mente otra aproximación, una visión centrada en la alegría. La alegría de una vida a la que nacemos por el Bautismo; la alegría de una nueva vida a la que renacemos cuando nuestros pecados nos son perdonados; la alegría por la Salvación, en la que tenemos puesta toda nuestra esperaza: la Vida Nueva de verdad. Para apoyar ésta idea me había fijado en la 1ª epístola a los Tesalonicenses (5, 15-19): “Mirad que nadie devuelva a otro mal por mal, antes bien, procurad siempre el bien mutuo y el de todos. Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros.”
San Pablo nos transmite un maravilloso catálogo ético, con una sencillez y una concisión admirables: (…) Procurad el bien, huid del mal. Orad constantemente. Estad alegres, y no de vez en cuando, sino siempre. Vivid en paz. Quedaos con lo bueno. Nada de ello podría ser rechazado por cualquier humanismo, por cualquier persona que quisiera fundar su vida sobre un modelo de actitudes religiosa o moralmente irreprochables. Lo mismo ocurre con el punto número 7 de las propuestas que nos hace Monseñor Sebastián para ser hoy un buen cristiano.

Al intentar profundizar en ambas propuestas e intentar conciliarlas para reflexionar sobre lo que quería y lo que debía, obtenía una impresión extraña; el sabor de una ausencia: me parecía que faltaba algo. Y creo que ese algo podría formularse en la siguiente pregunta: ¿Qué añade ser cristiano a una vida virtuosa, éticamente comprometida? Ahondando un poco más, podríamos preguntarnos, como ya avanzó Ignacio en el bloc “Martescristianos”, ¿qué es ser cristiano?; ¿cuál es la esencia del cristianismo?
Quizá estas preguntas pequen de cierta soberbia intelectual, pretendiendo buscar respuestas a cuestiones que llevan rondando a la humanidad desde hace 21 siglos.
En todo caso, yo preferiría sustituir el calificativo de intelectual por el de espiritual, porque estoy convencido de mis limitaciones para una contestación razonada y sustentada tan sólo en mis capacidades y, por el contrario, siento que el espíritu está abierto a la gracia de Dios. Así, por medio de la Fe se puede “sentir” la respuesta y conocer que subyace en tan decisivas cuestiones.

En la propia carta a los tesalonicenses encontramos una señal, cuando dice: 5)…pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. Aquí se deja claro que quien es cristiano no es un cualquiera, somos “hijos de la luz” y estamos “destinados (por Dios) para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros (…) para que (…) vivamos juntos con él. (…) En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros.”
En las anteriores palabras encuentro un apoyo verdaderamente sólido donde asentar nuestra posición ante la vida y nuestras actitudes en ella: “lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros”. Hemos, pues, de buscar en Cristo lo que Dios quiere. Es Cristo la relación mediadora que nos une con Dios. Es, pues, en Cristo donde hay que buscar, en su vida, en su ejemplo, en sus palabras, en su muerte y resurrección, la respuesta a todas las preguntas: ¿Quién es Cristo, que nos inquiere y mueve?
En San Juan encontramos una respuesta clara: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14, 6).
Poco a poco, vamos desbrozando el camino, la vida en Cristo Jesús, como dice San Pablo.

Pero Cristo no actúa como un personaje pasivo: exige que le sigamos y lo hace con una intensidad y claridad meridianas que pocos pueden soportar, si no confrontemos nuestros espíritus y nuestra razón con éstas formidables palabras de Cristo que encontramos en el evangelio de San Mateo: “No penséis que he venido a traer paz en la tierra. No he venido a traer la paz sino la espada. He venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es signo de mí.
El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará
” (Mt. 10, 34-38)
No creo que sea necesario resaltar la fuerza de estas palabras. Tan sólo pensad en vuestros hijos, padres o madres y recapacitad en la disposición que tenemos a tomar la cruz, nuestra cruz, la de cada uno, y seguirle.

Centrando ya los cometarios en lo que nos inducía a reflexionar, nos damos cuenta que el fundamento de nuestra conducta es Cristo. Él se presenta como criterio y motivo de conducta. Ya lo hemos visto en el anterior pasaje de Mateo y los evangelios están llenos de ejemplos similares.
Cristo es, por tanto, el fundamento de nuestra ética que, de esta manera, se eleva y se convierte en una actitud religiosa de compromiso con él.
Para mí, ésta ética se puede resumir en el Sermón de la Montaña (Mt. 5, 6 y 7), verdadero compendio de doctrina moral fundada en el cristianismo.

Para cerrar el círculo de estas reflexiones, sólo comentar que hemos de darnos cuenta que éstas propuestas morales, estas “indicaciones para el comportamiento”, no son un prontuario o un manual de conducta para ser buenas personas; son algo más, son todo: son la proyección práctica y vital de nuestra relación con Cristo y, por su mediación, con el Padre. Así sabemos que nuestro ejemplo debe ser Palabra Viva de Cristo.

1 comentario:

juan mari dijo...

He vuelto a leer esta mañana esta reflexión y he disfrutado suavemente con ellas. Creo que es la respuesta más sencilla y más esencial a la pregunta de Ignacio. Tal vez mañana salga esto de nuevo.